*La poesía salió a la calle y la aplastó el segundo piso*

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Por Maestro Arturo Rivera Trejo

Zacatecas es una ciudad de esplendor. No todas las ciudades tienen ése sabor, olor, imagen que ofrecen sus calles, callejones y plazuelas.

Son pocas las ciudades que inspiran a la reflexión y la escritura aunque sea a vuelo de pájaro.

Se cuentan con las manos aquellas ciudades que tienen el olor de la historia; pero no de una historia superficial y pueril, sino una Historia con mayúsculas, llena de grandes batallas contra el embate del conquistador o la resistencia al despotismo y la intransigencia de gobernantes autoritarios durante el movimiento revolucionario de 1910.

Ciudades con olor, sabor, inspiración, historia y memoria pocas como Zacatecas.

Sin caer en un regionalismo barato o un chovinismo reprobable, hay que apuntar a ciudad de Zacatecas deja huellas imborrables al visitante nacional o extranjero. Y qué se podría decir de quien la vive, la disfruta y la palpita en cada día de su existencia.

Amar a la ciudad por sus cualidades y rasgos de esplendor del pasado y del presente reclaman de su protección, su defensa, su vigilancia, su protección, su conservación ante las amenazas de la modernidad urbana, la destrucción planeada, la modificación de su entorno, la alteración de su estatus tradicional.

Un segundo piso que va a saturar de columnas de cemento y acero por más de tres kilómetros le quitará el candor y el esplendor a nuestra ciudad, porque la va a convertir en “una selva de concreto”, en autopistas de alta velocidad y la reproducción del caos.

El segundo piso un “masacote de la modernidad ficticia” que va a quebrar la finura del paisaje histórico y provincial.

Evitemos que una ciudad con esplendor pase a ser una ciudad de la nada. Algunos ciudadanos queremos una ciudad viva, hospitalaria, calurosa y llena de esplendor, no una ciudad fría, gris y tenebrosa donde se construyan rincones para el hampa y el latrocinio. Exigimos una ciudad con luz y brillo que ofrezca a conocidos y extraños esperanza, alegría, convivencia y disfrute de sus espacios. En donde se evite el uso innecesario del auto, que no se imponga el individualismo egoísta del conductor acomodaticio. Que tomemos conciencia de los beneficios de un transporte colectivo digno, de calidad y equitativo a la Sociedad Civil.

Históricamente, la ciudad se construyó para las carretas y los habitantes no para “su majestad el auto”.

*NO AL SEGUNDO PISO*