Por José Luis Ramírez Huízar
Los hechos y antecedentes mencionados a continuación, me permiten creer que Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz nuestra candidata a la presidencia de México por el Frente Amplio por México (FAM) –integrado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido Acción Nacional (PAN), Partido de la Revolución Democrática (PRD) y la Sociedad Civil–, no sólo saldrá avante del primer debate presidencial de abril 7, sino también en la votación del 2 de junio del 2024, cuando se convertirá en la presidenta de la República para el periodo 2024–2030.
La sociedad mexicana es una en la que coexiste diversidad cultural, por lo cual nuestro país se reconcoce como un país pluricultural, en el que se preservan 68 lenguas de nuestras culturas originarias; con una amalgama y sincretismo de diversas tradiciones, que refiere también un proceso de transculturización resultado del encuentro y desencuentro entre el Viejo y Nuevo Mundo. Todo ello explica su colorida cultura, sus artesanías, costumbres, tradiciones y saberes tan heterogéneos.
Xochitl Gálvez, se enorgullece al decir que es de Tepatepec, cabecera del municipio de Francisco I. Madero, en el Valle del Mezquital, Hidalgo; de ahí es la niña que nació parada al mundo. Se asume como india descendiente de indígenas otomís, defensora de la autonomía indígena y de los bienes colectivos de las culturas originarias; ella sabe lo que significa un día levantarse y no tener para comer, entrar a la inercia del día a día. En el mundo político es considerada como rara avis, seguramente porque ha demostrado en múltiples ocasiones, tener capacidad de liderazgo –a los 14 años se había convertido en gestora social– y más brújula que los profesionales de la política. Ha sido rebelde y simpatizante de líderes socialistas y políticos afines a la izquierda; es trotskista de origen y proviene de la liga obrera marxista, colectivo del cual formó parte durante sus estudios universitarios, estando en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Con esa doble conciencia adquirida, la identidad indígena de la que es portadora y la de su origen de clase, Xóchitl se inconformó con la reforma indígena contenida en la reforma constitucional aprobada por el Senado de la República en el 2001, cuando arrancaba el gobierno de Vicente Fox (2000–2006); era ella entonces titular de la Oficina para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de la Presidencia de la República. Aquella reforma constitucional fue criticada por Xóchitl, a partir de considerar que se le había quitado lo importante a la iniciativa; defendiendo los argumentos de los zapatistas, insistía en que el Subcomandante Marcos sí era un portavoz legítimo de las exigencias indígenas. Señalaba que con la reforma aprobada en materia indígena no se iba a conseguir la pacificación de Chiapas y la justicia a los pueblos originarios, demandada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). En efecto, fue una reforma insuficiente y fallida; una derrota